/ viernes 20 de marzo de 2020

Coronavirus: calidad del gobierno y liderazgo político

Ulrich Beck vislumbró que la sociedad actual, industrializada, compleja, altamente tecnificada y postmoderna, terminaría por convertirse en una sociedad del riesgo global. Según este destacado sociólogo alemán, las amenazas y peligros para los individuos y los países traspasan fronteras, se encuentran por todos lados y tienen muchas y diversas caras. El riesgo es universal y omnipresente. Sus facetas más conocidas las advertimos y resentimos en la economía, la seguridad, el medio ambiente y la salud.

Durante las últimas décadas, los peligros asociados a la salud de la humanidad se han incrementado de manera notable. Ahí están, como ejemplo de ello, la epidemia del SARS, la gripe aviar, la propagación del VIH-Sida, la epidemia de influenza H1N1, los brotes de cólera y ébola, el zika y chikungunya, y ahora la pandemia del Covid-19 o coronavirus.

El Covid-19 es una enfermedad causada por un nuevo virus. La mayoría de las personas que adquieren el padecimiento no desarrollan síntomas o se recuperan sin necesidad de tratamiento especializado. Pero la enfermedad se puede complicar y generar trastornos graves como la neumonía o bronquitis, con desenlaces fatales. La tasa de mortalidad por el Covid-19 es del 2% de los infectados, siendo mayor en personas adultas, con deficiente nutrición y en quienes padecen enfermedades crónicas del corazón, hipertensión, diabetes o enfisema pulmonar.

Se sabe que el coronavirus se transmite principalmente por contacto con una persona infectada. De ahí su fácil y rápido contagio. Los primeros casos del Covid-19 se registraron en China, en la ciudad de Wuhan, en diciembre del 2019. De ahí migró a otras regiones. En muy poco tiempo, la enfermedad ha llegado a 164 países. A la fecha, se acumulan a nivel mundial 215 000 infectados y 8 000 muertos, a causa de este padecimiento. La mayor incidencia se observa en China, Italia, Irán, España, Alemania, Francia y Corea del Sur.

En México, el primer caso de Covid-19 se confirmó el 28 de febrero. Actualmente, se tiene un registro de 118 personas infectadas y una defunción. La enfermedad ha llegado a 20 entidades de la república y la mayor incidencia se presenta en Ciudad de México, Nuevo León, Estado de México, Puebla, Querétaro, Jalisco y Yucatán. Nuestro país se mantiene en la primera fase de contingencia por el coronavirus.

Debido a su acelerada y extendida propagación, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró como pandemia global el brote del Covid-19. Al dar esta señal de alarma, su Director General exhortó a todos los países del mundo a activar mecanismos de respuesta inmediata y tomar medidas de emergencia para frenar la pandemia.

¿Cuáles son las lecciones iniciales que nos dejan estos agitados días, en los que el coronavirus ha causado muchas muertes en varios países, ha trastocado la economía global y la convivencia social, y ha generado un clima de incertidumbre y temor en todo el mundo?

Lo primero, es que el Covid-19 ha confirmado, una vez más, la fragilidad y vulnerabilidad de la sociedad contemporánea. Por más innovaciones tecnológicas que alcancemos, los riesgos, amenazas y peligros, en este caso relacionados con la salud, sorprenden repentinamente a la humanidad con sus efectos más perturbadores y dañinos.

Lo segundo, es que el conavirus ha dejado en claro que la globalización no solo es económica, financiera, tecnológica o cultural. Se trata de un fenómeno que impacta todos los aspectos de la vida humana, incluida la salud. En este caso, la porosidad de las fronteras y la profundización de los intercambios entre las naciones se manifiestan con el terrible rostro de las pandemias.

Y la tercera gran lección es que, tal y como lo recordó el escritor Albert Camus, en su obra La peste (de recomendable y útil lectura en estos días difíciles), en las situaciones de crisis emerge y sale a la luz lo peor y lo mejor de la sociedad.

En estos momentos, hemos visto por un lado la inmadurez, irracionalidad e insensatez de muchos ciudadanos, que no asimilan la gravedad de la situación y los riesgos que implica un padecimiento como el coronavirus; personas que toman las cosas con demasiada ligereza y desafían las indicaciones preventivas de la autoridad. Frente a la pandemia del Covid-19, no han faltado las muestras de ignorancia, alarmismo, irresponsabilidad, egoísmo individualista, prejuicios, racismo y discriminación hacia las personas infectadas.

Pero junto a ello, hemos visto también innumerables demostraciones de cultura cívica, humanismo, generosidad, altruismo, solidaridad, participación, compromiso comunitario y colaboración verdaderamente ejemplar de muchos ciudadanos en todo el mundo, que han cumplido puntualmente con las recomendaciones para el autocuidado, como la distancia social, la higiene personal y el aislamiento.

De igual manera, las circunstancias difíciles que ahora vivimos han permitido identificar una clara diferencia en la calidad de los gobiernos y del liderazgo político. Hay países donde se ha demostrado que, ante las emergencias, las instituciones de gobierno funcionan y la ley se cumple. Son países en los cuales los líderes políticos han actuado responsablemente y sin titubeos; hablando a los ciudadanos con claridad y transparencia, predicando con el ejemplo, convocando a la unidad y tomando decisiones para detener la expansión de la pandemia. En Corea del Sur, se optó por el aislamiento voluntario y el establecimiento de puestos públicos para realizar pruebas diagnósticas, logrando buenos resultados. En otros casos, se han implementado medidas más drásticas, como cuarentenas, cierre de fronteras, escuelas, aeropuertos, centros de trabajo y recreación. Aunque para algunos estas acciones son exageradas, lo importante aquí es que son gobiernos y líderes que no se han quedado pasmados y ante la crisis sanitaria han respondido oportunamente.

Pero tenemos también el otro lado de la moneda: gobiernos y líderes políticos que no atienden las recomendaciones de los organismos internacionales de salud, ni han dimensionado adecuadamente la gravedad que representa el Covid-19; y que por lo mismo no han actuado con suficiente responsabilidad y han instrumentado acciones limitadas y tardías. Se trata de gobiernos y líderes, que aún en medio de la crisis, alientan el fanatismo ideológico y la polarización política; que no generan certidumbre y confianza, ni congregan la voluntad de todos los sectores. La omisión o negligencia de estos gobiernos, ha generado estragos en la población y ha orillado a que instituciones y ciudadanos tomen sus propias medidas de protección y cuidado, ante el desdén e inacción de las autoridades.

Es cierto que la pandemia del Covid-19 sorprendió a todos. Nadie podía prever su brote. Además, estamos en presencia de un nuevo virus, sobre el cual hay muchas cosas que no se conocen, lo cual dificulta su manejo y combate. Pero es justamente en este tipo de circunstancias, donde se aprecia la calidad de los gobiernos y de los líderes políticos, cuya tarea fundamental es administrar y gestionar los riesgos, así como calcular y atenuar los daños. En las crisis, las autoridades deben ofrecer a la población certidumbre, confianza y garantía de seguridad y protección. Ante la pandemia global del coronavirus, la calidad de los gobiernos y del liderazgo político, así como la participación y colaboración ciudadana, son factores que pueden hacer la diferencia entre el desastre o una pesadilla pasajera.

Ulrich Beck vislumbró que la sociedad actual, industrializada, compleja, altamente tecnificada y postmoderna, terminaría por convertirse en una sociedad del riesgo global. Según este destacado sociólogo alemán, las amenazas y peligros para los individuos y los países traspasan fronteras, se encuentran por todos lados y tienen muchas y diversas caras. El riesgo es universal y omnipresente. Sus facetas más conocidas las advertimos y resentimos en la economía, la seguridad, el medio ambiente y la salud.

Durante las últimas décadas, los peligros asociados a la salud de la humanidad se han incrementado de manera notable. Ahí están, como ejemplo de ello, la epidemia del SARS, la gripe aviar, la propagación del VIH-Sida, la epidemia de influenza H1N1, los brotes de cólera y ébola, el zika y chikungunya, y ahora la pandemia del Covid-19 o coronavirus.

El Covid-19 es una enfermedad causada por un nuevo virus. La mayoría de las personas que adquieren el padecimiento no desarrollan síntomas o se recuperan sin necesidad de tratamiento especializado. Pero la enfermedad se puede complicar y generar trastornos graves como la neumonía o bronquitis, con desenlaces fatales. La tasa de mortalidad por el Covid-19 es del 2% de los infectados, siendo mayor en personas adultas, con deficiente nutrición y en quienes padecen enfermedades crónicas del corazón, hipertensión, diabetes o enfisema pulmonar.

Se sabe que el coronavirus se transmite principalmente por contacto con una persona infectada. De ahí su fácil y rápido contagio. Los primeros casos del Covid-19 se registraron en China, en la ciudad de Wuhan, en diciembre del 2019. De ahí migró a otras regiones. En muy poco tiempo, la enfermedad ha llegado a 164 países. A la fecha, se acumulan a nivel mundial 215 000 infectados y 8 000 muertos, a causa de este padecimiento. La mayor incidencia se observa en China, Italia, Irán, España, Alemania, Francia y Corea del Sur.

En México, el primer caso de Covid-19 se confirmó el 28 de febrero. Actualmente, se tiene un registro de 118 personas infectadas y una defunción. La enfermedad ha llegado a 20 entidades de la república y la mayor incidencia se presenta en Ciudad de México, Nuevo León, Estado de México, Puebla, Querétaro, Jalisco y Yucatán. Nuestro país se mantiene en la primera fase de contingencia por el coronavirus.

Debido a su acelerada y extendida propagación, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró como pandemia global el brote del Covid-19. Al dar esta señal de alarma, su Director General exhortó a todos los países del mundo a activar mecanismos de respuesta inmediata y tomar medidas de emergencia para frenar la pandemia.

¿Cuáles son las lecciones iniciales que nos dejan estos agitados días, en los que el coronavirus ha causado muchas muertes en varios países, ha trastocado la economía global y la convivencia social, y ha generado un clima de incertidumbre y temor en todo el mundo?

Lo primero, es que el Covid-19 ha confirmado, una vez más, la fragilidad y vulnerabilidad de la sociedad contemporánea. Por más innovaciones tecnológicas que alcancemos, los riesgos, amenazas y peligros, en este caso relacionados con la salud, sorprenden repentinamente a la humanidad con sus efectos más perturbadores y dañinos.

Lo segundo, es que el conavirus ha dejado en claro que la globalización no solo es económica, financiera, tecnológica o cultural. Se trata de un fenómeno que impacta todos los aspectos de la vida humana, incluida la salud. En este caso, la porosidad de las fronteras y la profundización de los intercambios entre las naciones se manifiestan con el terrible rostro de las pandemias.

Y la tercera gran lección es que, tal y como lo recordó el escritor Albert Camus, en su obra La peste (de recomendable y útil lectura en estos días difíciles), en las situaciones de crisis emerge y sale a la luz lo peor y lo mejor de la sociedad.

En estos momentos, hemos visto por un lado la inmadurez, irracionalidad e insensatez de muchos ciudadanos, que no asimilan la gravedad de la situación y los riesgos que implica un padecimiento como el coronavirus; personas que toman las cosas con demasiada ligereza y desafían las indicaciones preventivas de la autoridad. Frente a la pandemia del Covid-19, no han faltado las muestras de ignorancia, alarmismo, irresponsabilidad, egoísmo individualista, prejuicios, racismo y discriminación hacia las personas infectadas.

Pero junto a ello, hemos visto también innumerables demostraciones de cultura cívica, humanismo, generosidad, altruismo, solidaridad, participación, compromiso comunitario y colaboración verdaderamente ejemplar de muchos ciudadanos en todo el mundo, que han cumplido puntualmente con las recomendaciones para el autocuidado, como la distancia social, la higiene personal y el aislamiento.

De igual manera, las circunstancias difíciles que ahora vivimos han permitido identificar una clara diferencia en la calidad de los gobiernos y del liderazgo político. Hay países donde se ha demostrado que, ante las emergencias, las instituciones de gobierno funcionan y la ley se cumple. Son países en los cuales los líderes políticos han actuado responsablemente y sin titubeos; hablando a los ciudadanos con claridad y transparencia, predicando con el ejemplo, convocando a la unidad y tomando decisiones para detener la expansión de la pandemia. En Corea del Sur, se optó por el aislamiento voluntario y el establecimiento de puestos públicos para realizar pruebas diagnósticas, logrando buenos resultados. En otros casos, se han implementado medidas más drásticas, como cuarentenas, cierre de fronteras, escuelas, aeropuertos, centros de trabajo y recreación. Aunque para algunos estas acciones son exageradas, lo importante aquí es que son gobiernos y líderes que no se han quedado pasmados y ante la crisis sanitaria han respondido oportunamente.

Pero tenemos también el otro lado de la moneda: gobiernos y líderes políticos que no atienden las recomendaciones de los organismos internacionales de salud, ni han dimensionado adecuadamente la gravedad que representa el Covid-19; y que por lo mismo no han actuado con suficiente responsabilidad y han instrumentado acciones limitadas y tardías. Se trata de gobiernos y líderes, que aún en medio de la crisis, alientan el fanatismo ideológico y la polarización política; que no generan certidumbre y confianza, ni congregan la voluntad de todos los sectores. La omisión o negligencia de estos gobiernos, ha generado estragos en la población y ha orillado a que instituciones y ciudadanos tomen sus propias medidas de protección y cuidado, ante el desdén e inacción de las autoridades.

Es cierto que la pandemia del Covid-19 sorprendió a todos. Nadie podía prever su brote. Además, estamos en presencia de un nuevo virus, sobre el cual hay muchas cosas que no se conocen, lo cual dificulta su manejo y combate. Pero es justamente en este tipo de circunstancias, donde se aprecia la calidad de los gobiernos y de los líderes políticos, cuya tarea fundamental es administrar y gestionar los riesgos, así como calcular y atenuar los daños. En las crisis, las autoridades deben ofrecer a la población certidumbre, confianza y garantía de seguridad y protección. Ante la pandemia global del coronavirus, la calidad de los gobiernos y del liderazgo político, así como la participación y colaboración ciudadana, son factores que pueden hacer la diferencia entre el desastre o una pesadilla pasajera.