/ sábado 28 de noviembre de 2020

Con cariño para el Profesor Celedonio

"La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas." Juan Rulfo

Jamás imaginamos que un accidente tan dramático, ocurrido el pasado 16 de noviembre en la carretera Tepic-Guadalajara en el kilómetro 106 donde explotó una pipa con gas, nos pusiera de nuevo a repensar la fragilidad de nuestra existencia. Este tipo de acontecimientos que sólo habíamos visto en los efectos especiales de las películas de acción de producciones Hollywoodense.

Nos sorprendió cuando un usuario de Twitter posteó un video del incidente, logrando grabar la segunda detonación con personas corriendo asustadas para ponerse a salvo. Sabemos que existen protocolos de seguridad para transportar materiales de alta peligrosidad, responsabilidades por asumirse y consecuencias legales que deben cumplirse. No nos regresarán a las 15 víctimas, pero deben asegurarse al máximo en el futuro que NO se repetirá este tipo de accidentes.

Repasé los hechos entre las diversas notas de distintos diarios de país, pienso en la responsabilidad de la compañía dueña del tráiler. Entonces la mente se lanza al mundo paralelo de los “hubieras”. “Si se hubiera preocupado el propietario por tener en condiciones óptimas cada uno de sus transportes”; “si el chofer se hubiera percatado de dicha falla en cuanto tomó el tráiler”, en especial ese vehículo pesado que transportaba material de alta peligrosidad, “si se hubieran verificado que los frenos estuvieran al 100 por ciento de efectividad” antes de tomar carretera. El accidente probablemente “no hubiera sucedido”.

Desafortunadamente el “hubiera” no existe, ni se ha inventado una máquina del tiempo para regresar al pasado. Sólo nos queda pensar en el presente, cualquier conductor quiere sentir tranquilidad cuando se viaja en las carreteras del país. Llegar con bien a su destino.

Trágicamente el accidente llegó a ser una realidad en esta rúa tan transitada robando los sueños y la vida de quince personas. Una llamada nocturna me avisó que entre los fallecidos se encontraba el profesor Celedonio Prado Robles y su esposa. La noticia en Mazatlán llegó al magisterio de la zona 05 de Secundarias Técnicas esa noche. Literal: nos sacudió, nos volcamos en un mar de lágrimas. Además; el Covid-19 ha estado pegando duro en el ánimo de muchos profesores, también ha cobrado vidas en las comunidades escolares. Van varios maestros en activo y jubilados de la zona escolar que han fallecido desde Marzo hasta la fecha.

Al enterarse de este acontecimiento, estremeció a sus ex compañeros directores y en especial a los profesores, padres y estudiantes de la Escuela Secundaria Técnica Número 88 de la Isla de la Piedra de Mazatlán. No imaginaron que su ex director quien en enero de este año preparó maleta, se despedía con abrazos y alegría de sus labores directivas para ir a disfrutar su jubilación después de 45 años en servicio. Menos que su vida terminaría en una explosión. Todos algún día moriremos está grabado en nuestra autobiografía, no sabemos en qué momento, la mayoría tiramos poder llegar a viejos con una vida plena para la memoria. “No merecía morir así” con voz cortada, me comentó una maestra “65 años, muy joven todavía”. Ninguna de las quince personas, ni siquiera el chofer de la pipa, porque tenía derecho a manejar un tráiler en buen estado.

Al profesor Celedonio Prado Robles lo conocí en la primera semana de enero de 2010 en una reunión con directores. Se me quedó grabado su nombre. Es la primera y única persona que he conocido con ese nombre de pila: “Celedonio” por ser poco común se me pegó con facilidad, es un nombre de origen griego “Khelidónios” y significa “golondrina”. El amor a su tierra nayarita siempre fue evidente. La gustaba juguetear con su memoria, a veces en las charlas salía algún paisaje verde enclaustrado en la sierra o en la playa; recuerdos que le agradaba compartir con quienes se rodeaba o una anécdota deportiva que iban desde su incursión en el boxeo hasta el atletismo donde destacó como velocista en su juventud.

Su verdadera pasión estaba en ser maestro. Se enfocó para ser un gran gestor como director. Serán casi 16 años o más que me tocó trabajar y cubrir un interinato de la asignatura de Educación Física en la Técnica 88,a la profesora Yuridia Cundapi. Conocí a una escuela físicamente distinta, una escuela que iniciaba con muchas carencias. El destino, la misma vida académica de esta profesora, en el rol de asesora técnica pedagógica me llevó a retornar a este paraíso llamado “Isla de la Piedra”, acompañando al Profesor Celedonio Prado Robles.

El primer lunes que arribé a la escuela me encontré con un cuadro muy peculiar: el director sostenía una manguera, su vista estaba concentrada en el chorro que salía y regaba el jardín frente a la dirección, cuidaba un arbolito recién plantado, era capaz de ensuciarse sus manos con actividades propias de un intendente. En silencio leí su sentido de comunidad con esa acción tan cotidiana para él. Comentaba que “Un árbol no sólo era un adorno para la escuela, era un sinónimo de alegría”.

Conforme fui conociéndolo, sobresalía su compromiso y acciones por mejorar la escuela, volverla más cómoda para los estudiantes y los profesores. La cerca perimetral se convirtió en barda en la parte frontal de la escuela, poco a poco fueron anexándose nuevas aulas, de los techos de las aulas empezaban a sobresalir grandes árboles que en verano regalan sombra y frutos. La cancha de basquetbol pasó a tener un gran techo donde se llevan de manera cómoda los honores y festivales escolares.

De pasar a los apagones de verano que mermaban en el ambiente áulico a tener una subestación eléctrica, para que tuvieran un poco más de confort las aulas. De pavimentar algunos pasillos, de remodelar los sanitarios. Probablemente sean más cosas, muchos detalles que se mejoraron. En septiembre del año pasado estaba muy contento con un jardín de plantas medicinales, un espacio para hacer composta orgánica y un huerto escolar. Estimaba a sus profesores, a veces al finalizar un Consejo Técnico Escolar les ofrecía una comida o cocos helados.

Celedonio al igual que las otras catorce víctimas, se despidieron inesperadamente de este mundo. El corazón de toda la comunidad escolar de la Secundaria Técnica Número 88, los allegados en la Isla de la Piedra, la familia siguen afligidos porque se perdió al abuelo, al padre, al hermano, al amigo. Te llevaremos siempre en la memoria estimado profesor. Todavía tenías mucho que dar a quienes te conocimos.

Apelo duramente a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que estén más atentos y vigilen a las empresas que transportan material de alto riesgo para la población. No quiero ni imaginar si esa pipa azares del destino hubiera explotado cercana a una ciudad o un poblado, no me atrevo. Concluyo interrogando: ¿Por qué se permite que sigan circulando tráileres con doble remolque en las carreteras de nuestro país?, ¿por qué no se exige que se cumplan las normas de seguridad sobre el estado físico de estos vehículos? De algo sí estoy segura, este tipo de escenas sólo quiero leerlas en una novela negra o verlas en el universo cinematográfico. No me gustan para la vida real.

"La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas." Juan Rulfo

Jamás imaginamos que un accidente tan dramático, ocurrido el pasado 16 de noviembre en la carretera Tepic-Guadalajara en el kilómetro 106 donde explotó una pipa con gas, nos pusiera de nuevo a repensar la fragilidad de nuestra existencia. Este tipo de acontecimientos que sólo habíamos visto en los efectos especiales de las películas de acción de producciones Hollywoodense.

Nos sorprendió cuando un usuario de Twitter posteó un video del incidente, logrando grabar la segunda detonación con personas corriendo asustadas para ponerse a salvo. Sabemos que existen protocolos de seguridad para transportar materiales de alta peligrosidad, responsabilidades por asumirse y consecuencias legales que deben cumplirse. No nos regresarán a las 15 víctimas, pero deben asegurarse al máximo en el futuro que NO se repetirá este tipo de accidentes.

Repasé los hechos entre las diversas notas de distintos diarios de país, pienso en la responsabilidad de la compañía dueña del tráiler. Entonces la mente se lanza al mundo paralelo de los “hubieras”. “Si se hubiera preocupado el propietario por tener en condiciones óptimas cada uno de sus transportes”; “si el chofer se hubiera percatado de dicha falla en cuanto tomó el tráiler”, en especial ese vehículo pesado que transportaba material de alta peligrosidad, “si se hubieran verificado que los frenos estuvieran al 100 por ciento de efectividad” antes de tomar carretera. El accidente probablemente “no hubiera sucedido”.

Desafortunadamente el “hubiera” no existe, ni se ha inventado una máquina del tiempo para regresar al pasado. Sólo nos queda pensar en el presente, cualquier conductor quiere sentir tranquilidad cuando se viaja en las carreteras del país. Llegar con bien a su destino.

Trágicamente el accidente llegó a ser una realidad en esta rúa tan transitada robando los sueños y la vida de quince personas. Una llamada nocturna me avisó que entre los fallecidos se encontraba el profesor Celedonio Prado Robles y su esposa. La noticia en Mazatlán llegó al magisterio de la zona 05 de Secundarias Técnicas esa noche. Literal: nos sacudió, nos volcamos en un mar de lágrimas. Además; el Covid-19 ha estado pegando duro en el ánimo de muchos profesores, también ha cobrado vidas en las comunidades escolares. Van varios maestros en activo y jubilados de la zona escolar que han fallecido desde Marzo hasta la fecha.

Al enterarse de este acontecimiento, estremeció a sus ex compañeros directores y en especial a los profesores, padres y estudiantes de la Escuela Secundaria Técnica Número 88 de la Isla de la Piedra de Mazatlán. No imaginaron que su ex director quien en enero de este año preparó maleta, se despedía con abrazos y alegría de sus labores directivas para ir a disfrutar su jubilación después de 45 años en servicio. Menos que su vida terminaría en una explosión. Todos algún día moriremos está grabado en nuestra autobiografía, no sabemos en qué momento, la mayoría tiramos poder llegar a viejos con una vida plena para la memoria. “No merecía morir así” con voz cortada, me comentó una maestra “65 años, muy joven todavía”. Ninguna de las quince personas, ni siquiera el chofer de la pipa, porque tenía derecho a manejar un tráiler en buen estado.

Al profesor Celedonio Prado Robles lo conocí en la primera semana de enero de 2010 en una reunión con directores. Se me quedó grabado su nombre. Es la primera y única persona que he conocido con ese nombre de pila: “Celedonio” por ser poco común se me pegó con facilidad, es un nombre de origen griego “Khelidónios” y significa “golondrina”. El amor a su tierra nayarita siempre fue evidente. La gustaba juguetear con su memoria, a veces en las charlas salía algún paisaje verde enclaustrado en la sierra o en la playa; recuerdos que le agradaba compartir con quienes se rodeaba o una anécdota deportiva que iban desde su incursión en el boxeo hasta el atletismo donde destacó como velocista en su juventud.

Su verdadera pasión estaba en ser maestro. Se enfocó para ser un gran gestor como director. Serán casi 16 años o más que me tocó trabajar y cubrir un interinato de la asignatura de Educación Física en la Técnica 88,a la profesora Yuridia Cundapi. Conocí a una escuela físicamente distinta, una escuela que iniciaba con muchas carencias. El destino, la misma vida académica de esta profesora, en el rol de asesora técnica pedagógica me llevó a retornar a este paraíso llamado “Isla de la Piedra”, acompañando al Profesor Celedonio Prado Robles.

El primer lunes que arribé a la escuela me encontré con un cuadro muy peculiar: el director sostenía una manguera, su vista estaba concentrada en el chorro que salía y regaba el jardín frente a la dirección, cuidaba un arbolito recién plantado, era capaz de ensuciarse sus manos con actividades propias de un intendente. En silencio leí su sentido de comunidad con esa acción tan cotidiana para él. Comentaba que “Un árbol no sólo era un adorno para la escuela, era un sinónimo de alegría”.

Conforme fui conociéndolo, sobresalía su compromiso y acciones por mejorar la escuela, volverla más cómoda para los estudiantes y los profesores. La cerca perimetral se convirtió en barda en la parte frontal de la escuela, poco a poco fueron anexándose nuevas aulas, de los techos de las aulas empezaban a sobresalir grandes árboles que en verano regalan sombra y frutos. La cancha de basquetbol pasó a tener un gran techo donde se llevan de manera cómoda los honores y festivales escolares.

De pasar a los apagones de verano que mermaban en el ambiente áulico a tener una subestación eléctrica, para que tuvieran un poco más de confort las aulas. De pavimentar algunos pasillos, de remodelar los sanitarios. Probablemente sean más cosas, muchos detalles que se mejoraron. En septiembre del año pasado estaba muy contento con un jardín de plantas medicinales, un espacio para hacer composta orgánica y un huerto escolar. Estimaba a sus profesores, a veces al finalizar un Consejo Técnico Escolar les ofrecía una comida o cocos helados.

Celedonio al igual que las otras catorce víctimas, se despidieron inesperadamente de este mundo. El corazón de toda la comunidad escolar de la Secundaria Técnica Número 88, los allegados en la Isla de la Piedra, la familia siguen afligidos porque se perdió al abuelo, al padre, al hermano, al amigo. Te llevaremos siempre en la memoria estimado profesor. Todavía tenías mucho que dar a quienes te conocimos.

Apelo duramente a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que estén más atentos y vigilen a las empresas que transportan material de alto riesgo para la población. No quiero ni imaginar si esa pipa azares del destino hubiera explotado cercana a una ciudad o un poblado, no me atrevo. Concluyo interrogando: ¿Por qué se permite que sigan circulando tráileres con doble remolque en las carreteras de nuestro país?, ¿por qué no se exige que se cumplan las normas de seguridad sobre el estado físico de estos vehículos? De algo sí estoy segura, este tipo de escenas sólo quiero leerlas en una novela negra o verlas en el universo cinematográfico. No me gustan para la vida real.

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