/ martes 3 de diciembre de 2019

Claro De Luna En La Hacienda

El pasado viernes 22 de noviembre, en la sala Multiversidad del puerto, el poeta queretano Mario Arturo Ramos y el que escribe, presentamos la novela “Claro de luna en la Hacienda”, de Salvador Antonio Echeagaray Picos, contando con la presentación del autor, quien dio lectura a un cuento saturado de ironía, contenido en la novela.


En mi participación leí el siguiente texto: El corrido tradicional de El Quelite, municipio de Mazatlán, une a este municipio con el de San Ignacio, al invocar a San Javier, tierra del autor de“Claro de luna en la Hacienda”.


Cuando Echeagaray Picos, en las anotaciones complementarias al prólogo de Mario Arturo Ramos, destaca que “en las prósperas fincas agrícolas y ganaderasque existieron en la provincia mexicana… se protagonizaron episodios de amores imposibles… (que) terminaron trágicamente”, hace una síntesis de las condiciones que prevalecían en la geografía sanignacense en la época que transcurrieron los acontecimientos que tuvieron lugar en la hacienda llamada “Los Tules”, entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Y como dialécticamente, en filosofía toda síntesis surge de una tesis y una antitesis, éstas dan cuenta, con lujo de detalles, de lo que sobrevino en aquel lugar de encanto y espanto.Un día, Echeagaray, motivado por el interés de conocer el casco de la hacienda en ruinas, intentandodesentrañar sus misterios, haciéndose acompañar por “un viejo amigo de vagancias y estudios de primaria” visitó el lugar, llevándose la sorpresa de que lo habitabaun anciano con barba, en retiro, que resultó hermano del amigo acompañante, llamado Bernardo, apodado “El Berna”, quien desde niño había conocido todo del rico hacendado, principal personaje de la historia, ofreciendo un pormenorizado relato de lo ahí acontecido, de principio a fin, con todos sus claros y oscuros, como pinceladas de luz y sombras de un cuadro de Rembrandt.


En el macrouniverso, el escenario físico lo constituyó el mal habido latifundio (término que, por escrupulosidad, nunca es mencionado por su nombre por el autor), condenado a desaparecer por la reforma agraria impulsada por el régimen cardenista y abrazada por los agraristas emancipados con el reparto de la tierra, situación que dio pie a sucesos políticos y sociales, como los ciclones incontrolables de la región, que arrasan con todo. La hacienda “Los Tules” no se escapó de las ominosas turbulencias que se provocaron entonces en San Ignacio y el sur de Sinaloa.En su microuniverso ocurren todas las experiencias humanas que le dan, como se ha expresado con propiedad, la dimensión de una gran tragedia (acontecimiento funesto y terrible): “obra dramática en la que intervienen personajes enfrentados a conflictos provocados por las pasiones humanas y cuyo protagonista se ve conducido a un final funesto”.Bien dice Mario Arturo Ramos, que Echeagaray Picos logra en sus páginas “una mezcla de realidad y ficción, como la vida misma”. Subrayo lo de realidad, porque efectivamente, “realismo es tendencia literaria y artística que pretende representar la naturaleza tal como es, sin tratar de idealizarla”. Al final de la novela, narrado todo, cruda y terriblemente, por el anciano Bernardo “El Berna”, convirtiéndose él mismo en un protagonista involuntario, el autor lleva al lector al paroxismo (exaltación violenta de un fenómeno), como el silencio sordoque sobreviene después de un estallido, pues en su realismo no escatimó, escalofriantemente, los aspectos humanos más sórdidos.Y sobre el silencio atroz de lo ya consumado, vuelven,como un extraño encanto, como la calma después de la tormenta, como venidos de otro mundo, los hermosos acordes del Claro de Luna, de Ludwig van Beethoven.

El pasado viernes 22 de noviembre, en la sala Multiversidad del puerto, el poeta queretano Mario Arturo Ramos y el que escribe, presentamos la novela “Claro de luna en la Hacienda”, de Salvador Antonio Echeagaray Picos, contando con la presentación del autor, quien dio lectura a un cuento saturado de ironía, contenido en la novela.


En mi participación leí el siguiente texto: El corrido tradicional de El Quelite, municipio de Mazatlán, une a este municipio con el de San Ignacio, al invocar a San Javier, tierra del autor de“Claro de luna en la Hacienda”.


Cuando Echeagaray Picos, en las anotaciones complementarias al prólogo de Mario Arturo Ramos, destaca que “en las prósperas fincas agrícolas y ganaderasque existieron en la provincia mexicana… se protagonizaron episodios de amores imposibles… (que) terminaron trágicamente”, hace una síntesis de las condiciones que prevalecían en la geografía sanignacense en la época que transcurrieron los acontecimientos que tuvieron lugar en la hacienda llamada “Los Tules”, entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Y como dialécticamente, en filosofía toda síntesis surge de una tesis y una antitesis, éstas dan cuenta, con lujo de detalles, de lo que sobrevino en aquel lugar de encanto y espanto.Un día, Echeagaray, motivado por el interés de conocer el casco de la hacienda en ruinas, intentandodesentrañar sus misterios, haciéndose acompañar por “un viejo amigo de vagancias y estudios de primaria” visitó el lugar, llevándose la sorpresa de que lo habitabaun anciano con barba, en retiro, que resultó hermano del amigo acompañante, llamado Bernardo, apodado “El Berna”, quien desde niño había conocido todo del rico hacendado, principal personaje de la historia, ofreciendo un pormenorizado relato de lo ahí acontecido, de principio a fin, con todos sus claros y oscuros, como pinceladas de luz y sombras de un cuadro de Rembrandt.


En el macrouniverso, el escenario físico lo constituyó el mal habido latifundio (término que, por escrupulosidad, nunca es mencionado por su nombre por el autor), condenado a desaparecer por la reforma agraria impulsada por el régimen cardenista y abrazada por los agraristas emancipados con el reparto de la tierra, situación que dio pie a sucesos políticos y sociales, como los ciclones incontrolables de la región, que arrasan con todo. La hacienda “Los Tules” no se escapó de las ominosas turbulencias que se provocaron entonces en San Ignacio y el sur de Sinaloa.En su microuniverso ocurren todas las experiencias humanas que le dan, como se ha expresado con propiedad, la dimensión de una gran tragedia (acontecimiento funesto y terrible): “obra dramática en la que intervienen personajes enfrentados a conflictos provocados por las pasiones humanas y cuyo protagonista se ve conducido a un final funesto”.Bien dice Mario Arturo Ramos, que Echeagaray Picos logra en sus páginas “una mezcla de realidad y ficción, como la vida misma”. Subrayo lo de realidad, porque efectivamente, “realismo es tendencia literaria y artística que pretende representar la naturaleza tal como es, sin tratar de idealizarla”. Al final de la novela, narrado todo, cruda y terriblemente, por el anciano Bernardo “El Berna”, convirtiéndose él mismo en un protagonista involuntario, el autor lleva al lector al paroxismo (exaltación violenta de un fenómeno), como el silencio sordoque sobreviene después de un estallido, pues en su realismo no escatimó, escalofriantemente, los aspectos humanos más sórdidos.Y sobre el silencio atroz de lo ya consumado, vuelven,como un extraño encanto, como la calma después de la tormenta, como venidos de otro mundo, los hermosos acordes del Claro de Luna, de Ludwig van Beethoven.

ÚLTIMASCOLUMNAS