/ miércoles 3 de marzo de 2021

Cero tolerancia a la violencia sexual contra la infancia

El abuso sexual está considerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una forma de maltrato infantil, es un flagelo que vulnera la vida y la integridad de las personas en desarrollo; es uno de los problemas más graves que afecta a la infancia por lo que debe ser atendida con diligencia excepcional y contundente sin importar el ámbito en el que ocurra.

De acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) México ocupa el primer lugar a nivel mundial en abuso sexual infantil con 5.4 millones de casos al año, no obstante, los especialistas señalan que el número puede ser mucho más alto debido a la cifra negra de las denuncias, considerando que las niñas y niños no tienen las condiciones para denunciar: carecen de la información y las herramientas para comprender que lo que les han hecho no está bien y que puede ser castigado; muchas veces pueden sentir que lo sucedido es culpa de ellos o existe un conflicto emocional por la relación que pueden tener con su agresor.

Lo doloroso de esta realidad es que los datos indican que seis de cada diez agresiones suceden en el hogar, el entorno donde niños y niñas deberían estar más protegidos; además, se cree que el número de agresiones ha aumentado en el contexto de la pandemia. Entre los agresores se encuentran personas que deberían velar por los derechos, las cifras señalan que 40% son primos, hermanos y cuidadores, 30% padrastros y 30% abuelos.

Las niñas están más expuestas a ser víctimas de abuso infantil pues se calcula que una de cuatro niñas y uno de cada seis niños sufren violencia sexual antes de cumplir la mayoría de edad. No obstante, las denuncias por abusos de menores se contabilizan a 100 por cada mil, 10 llegan a juicio y sólo un caso alcanza condena.

¿Cómo es que esta realidad permanece invisible ante nuestros ojos? ¿ante qué y quiénes estamos combatiendo para frenar esto? Más allá de la existencia de leyes que sancionan estas conductas infames e incluso pese a que las organizaciones y el trabajo colectivo ha llevado a que sea considerado en Sinaloa como lo que es: un delito grave y atroz.

Mientras exista una sola niña o niño violentado en su intimidad y sexualidad, estaremos fallando como sociedad, como gobierno, como madres y padres, por ello la socializalización del delito como trabajo preventivo resulta imperativo ante el riesgo. También revisar los mecanismos de detección, atención y reparación del daño de este tipo de flagelos cambian de manera sustantiva la vida de las víctimas.

Debemos ser conscientes que la niñez es la semilla de nuestra sociedad, su sano desarrollo es responsabilidad y corresponsabilidad de toda la sociedad. Sumémonos ya a la cero tolerancia a la violencia sexual contra la infancia.

El abuso sexual está considerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una forma de maltrato infantil, es un flagelo que vulnera la vida y la integridad de las personas en desarrollo; es uno de los problemas más graves que afecta a la infancia por lo que debe ser atendida con diligencia excepcional y contundente sin importar el ámbito en el que ocurra.

De acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) México ocupa el primer lugar a nivel mundial en abuso sexual infantil con 5.4 millones de casos al año, no obstante, los especialistas señalan que el número puede ser mucho más alto debido a la cifra negra de las denuncias, considerando que las niñas y niños no tienen las condiciones para denunciar: carecen de la información y las herramientas para comprender que lo que les han hecho no está bien y que puede ser castigado; muchas veces pueden sentir que lo sucedido es culpa de ellos o existe un conflicto emocional por la relación que pueden tener con su agresor.

Lo doloroso de esta realidad es que los datos indican que seis de cada diez agresiones suceden en el hogar, el entorno donde niños y niñas deberían estar más protegidos; además, se cree que el número de agresiones ha aumentado en el contexto de la pandemia. Entre los agresores se encuentran personas que deberían velar por los derechos, las cifras señalan que 40% son primos, hermanos y cuidadores, 30% padrastros y 30% abuelos.

Las niñas están más expuestas a ser víctimas de abuso infantil pues se calcula que una de cuatro niñas y uno de cada seis niños sufren violencia sexual antes de cumplir la mayoría de edad. No obstante, las denuncias por abusos de menores se contabilizan a 100 por cada mil, 10 llegan a juicio y sólo un caso alcanza condena.

¿Cómo es que esta realidad permanece invisible ante nuestros ojos? ¿ante qué y quiénes estamos combatiendo para frenar esto? Más allá de la existencia de leyes que sancionan estas conductas infames e incluso pese a que las organizaciones y el trabajo colectivo ha llevado a que sea considerado en Sinaloa como lo que es: un delito grave y atroz.

Mientras exista una sola niña o niño violentado en su intimidad y sexualidad, estaremos fallando como sociedad, como gobierno, como madres y padres, por ello la socializalización del delito como trabajo preventivo resulta imperativo ante el riesgo. También revisar los mecanismos de detección, atención y reparación del daño de este tipo de flagelos cambian de manera sustantiva la vida de las víctimas.

Debemos ser conscientes que la niñez es la semilla de nuestra sociedad, su sano desarrollo es responsabilidad y corresponsabilidad de toda la sociedad. Sumémonos ya a la cero tolerancia a la violencia sexual contra la infancia.