/ viernes 12 de junio de 2020

Carl Schmitt en México

Carl Schmitt es uno de los más reconocidos especialistas alemanes en derecho constitucional y, sin duda alguna, es también uno de los grandes pensadores políticos del siglo XX.

La vida y la obra de Schimitt fue controversial, sobre todo por su vinculación con el nazismo. Por invitación del filósofo Martín Haidegger se afilió al Partido Nacionalsocialista, y en los inicios del totalitarismo hitleriano fungió como consejero jurídico, al grado de ser llamado el “abogado de la Corona”.

Carl Schmitt nunca ocupó un cargo político relevante, pero su influencia al menos en los primeros años de instauración del nazismo fue significativa.

Ahora bien, la obra de este gran jurista y teórico de la política no puede verse como una simple legitimación doctrinal del totalitarismo nacionalsocialista.

Pero su compromiso con ese abominable régimen, está fuera de toda duda y discusión. Como abogado del III Reich, Scmitt avaló las atrocidades del nazismo. Jesús Silva-Herzog Márquez hace notar que “Elogió las purgas que terminaban con la ejecución de los disidentes como si fueran bellas fórmulas de justicia revolucionaria”.

Carl Schmitt es uno de los mayores exponentes del llamado realismo político. En su opinión, “La específica distinción política a la cual es posible referir las acciones y los motivos políticos es la distinción amigo y enemigo”.

En dicha visión, los conceptos de amigo y enemigo son totalmente antagónicos y se definen a partir de su contraposición y negación mutua. El enemigo es el concepto fuerte en esta dicotomía. La decisión política fundamental tiene que ver con definir al enemigo que debe combatirse.

Schmitt subraya que “Los conceptos de amigo y enemigo deben ser tomados en su significado concreto, existencial, y no como metáforas o símbolos”. Es decir, la contraposición política no es espiritual. El enemigo no es un adversario privado, sino el enemigo público que debe confrontarse.

La distinción amigo-enemigo abre la posibilidad del combate. Carl Schmitt concibe la política como conflicto extremo e irreconciliable. La guerra es la consecuencia inevitable de esa enemistad, donde el objetivo será la aniquilación del adversario.

Giovanni Sartori observó que Schmitt creyó captar la esencia de lo político, pero solo desarrolló una de sus modalidades. La política como hostilidad y guerra indudablemente existe. Pero también, nos dice Sartori, hay otro modelo de política: la que busca la resolución pacífica de los conflictos, la que le apuesta al diálogo y a la construcción de acuerdos.

Hemos dado este breve repaso a las ideas de Carl Schmitt, porque vemos con preocupación que tienen un eco en las palabras recientes del presidente de la república.

Al responder a sus críticos, Andrés Manuel López Obrador advirtió que es tiempo de que cada quien su ubique en el lugar que le corresponde, porque no hay para donde hacerse: “o se está con la transformación o en contra de la transformación”.

Para el presidente de la república, este es un tiempo de definiciones, donde no puede haber medias tintas: “o somos conservadores o somos liberales”. O para decirlo más claramente: están conmigo o son mis adversarios y enemigos.

De entrada, podemos decir que la narrativa presidencial simplifica al extremo la realidad social y política de México, que es un país muy diverso y plural, que no puede dividirse solamente en dos bloques.

Hay además aquí un evidente maniqueísmo. Para López Obrador, México se divide en blanco y negro, en buenos y malos; en corruptos que defienden privilegios y el pueblo con sus líderes honestos y sabios.

Lamentable que en plena pandemia del COVID-19, donde el presidente de la república debería convocar a la más amplia unidad, se continúe alentando por el contrario la polarización social y política.

En plena pandemia del coronavirus, estamos observando graves desencuentros del ejecutivo federal con gobernadores, empresarios, medios de comunicación, intelectuales, médicos, académicos, científicos, artistas y creadores.

Con palabras que hacen recordar a Carl Schmitt, Andrés Manuel López Obrador ha definido a todos estos sectores como conservadores y enemigos de la Cuarta Transformación. Y no hay que olvidar, que para Schmitt a los enemigos hay que confrontarlos y buscar aniquilarlos.

Muy preocupante la intolerancia que priva en la retórica presidencial. Si no estás con el gobierno de la 4T, eres un enemigo público que debe combatirse.

En este enfoque binario de amigos y enemigos, solo hay una verdad infalible, que es la que emana del poder presidencial; no hay lugar para la crítica y el debate; no se admite los matices, ni hay posibilidades para acercar posiciones y construir acuerdos.

López Obrador, plantea regresar a México a las viejas querellas del siglo XIX; a la disputa entre liberales y conservadores. Pero este no puede ser el paradigma de nuestra convivencia social y política. Hay que tener memoria histórica y recordar que ese conflicto dividió profundamente a los mexicanos.

En el fondo, lo que revela la postura presidencial es una adversión al pluralismo. Y aquí también hay una desafortunada coincidencia con el pensamiento de Carl Schmitt, que cuestionó la democracia liberal y el parlamentarismo por su permanente búsqueda de compromisos y conciliación de intereses heterogéneos.

Desde la óptica de Schmitt, esto colocaba al estado en la incapacidad de actuar como unidad de decisión. Por eso, el jurista que legitimó la instauración del totalitarismo nazi, se opuso a la democracia liberal y al pluralismo partidista y defendió el modelo de una democracia plebiscitaria y por aclamación, que por lo visto algunos sueñan con aplicar en nuestro país.

La intolerancia presidencial está contagiando el ambiente político en México, que se ha cargado de una gran animosidad, encono y polarización. Si no se corrige el rumbo, en el 2021 enfrentaremos un proceso electoral que puede ser de pronósticos reservados, no solo por sus resultados, sino por el nivel de confrontación que puede presentarse.

Nuestro reto, es admitir que en toda democracia hay diferencias y conflictos. Pero los competidores, no deben ser vistos como enemigos a los que se debe buscar aniquilar. La democracia es por esencia pluralista y se basa en el ejercicio de la crítica, el debate público, el diálogo y la búsqueda de acuerdos entre fuerzas que son diversas, pero que pueden encontrar puntos de convergencia. El monolitismo, la voz única e irrebatible del poder, solo existe en los sistemas autoritarios o totalitarios, como el que defendió Carl Schmitt, por convicción, oportunismo o instinto de sobrevivencia.

Carl Schmitt es uno de los más reconocidos especialistas alemanes en derecho constitucional y, sin duda alguna, es también uno de los grandes pensadores políticos del siglo XX.

La vida y la obra de Schimitt fue controversial, sobre todo por su vinculación con el nazismo. Por invitación del filósofo Martín Haidegger se afilió al Partido Nacionalsocialista, y en los inicios del totalitarismo hitleriano fungió como consejero jurídico, al grado de ser llamado el “abogado de la Corona”.

Carl Schmitt nunca ocupó un cargo político relevante, pero su influencia al menos en los primeros años de instauración del nazismo fue significativa.

Ahora bien, la obra de este gran jurista y teórico de la política no puede verse como una simple legitimación doctrinal del totalitarismo nacionalsocialista.

Pero su compromiso con ese abominable régimen, está fuera de toda duda y discusión. Como abogado del III Reich, Scmitt avaló las atrocidades del nazismo. Jesús Silva-Herzog Márquez hace notar que “Elogió las purgas que terminaban con la ejecución de los disidentes como si fueran bellas fórmulas de justicia revolucionaria”.

Carl Schmitt es uno de los mayores exponentes del llamado realismo político. En su opinión, “La específica distinción política a la cual es posible referir las acciones y los motivos políticos es la distinción amigo y enemigo”.

En dicha visión, los conceptos de amigo y enemigo son totalmente antagónicos y se definen a partir de su contraposición y negación mutua. El enemigo es el concepto fuerte en esta dicotomía. La decisión política fundamental tiene que ver con definir al enemigo que debe combatirse.

Schmitt subraya que “Los conceptos de amigo y enemigo deben ser tomados en su significado concreto, existencial, y no como metáforas o símbolos”. Es decir, la contraposición política no es espiritual. El enemigo no es un adversario privado, sino el enemigo público que debe confrontarse.

La distinción amigo-enemigo abre la posibilidad del combate. Carl Schmitt concibe la política como conflicto extremo e irreconciliable. La guerra es la consecuencia inevitable de esa enemistad, donde el objetivo será la aniquilación del adversario.

Giovanni Sartori observó que Schmitt creyó captar la esencia de lo político, pero solo desarrolló una de sus modalidades. La política como hostilidad y guerra indudablemente existe. Pero también, nos dice Sartori, hay otro modelo de política: la que busca la resolución pacífica de los conflictos, la que le apuesta al diálogo y a la construcción de acuerdos.

Hemos dado este breve repaso a las ideas de Carl Schmitt, porque vemos con preocupación que tienen un eco en las palabras recientes del presidente de la república.

Al responder a sus críticos, Andrés Manuel López Obrador advirtió que es tiempo de que cada quien su ubique en el lugar que le corresponde, porque no hay para donde hacerse: “o se está con la transformación o en contra de la transformación”.

Para el presidente de la república, este es un tiempo de definiciones, donde no puede haber medias tintas: “o somos conservadores o somos liberales”. O para decirlo más claramente: están conmigo o son mis adversarios y enemigos.

De entrada, podemos decir que la narrativa presidencial simplifica al extremo la realidad social y política de México, que es un país muy diverso y plural, que no puede dividirse solamente en dos bloques.

Hay además aquí un evidente maniqueísmo. Para López Obrador, México se divide en blanco y negro, en buenos y malos; en corruptos que defienden privilegios y el pueblo con sus líderes honestos y sabios.

Lamentable que en plena pandemia del COVID-19, donde el presidente de la república debería convocar a la más amplia unidad, se continúe alentando por el contrario la polarización social y política.

En plena pandemia del coronavirus, estamos observando graves desencuentros del ejecutivo federal con gobernadores, empresarios, medios de comunicación, intelectuales, médicos, académicos, científicos, artistas y creadores.

Con palabras que hacen recordar a Carl Schmitt, Andrés Manuel López Obrador ha definido a todos estos sectores como conservadores y enemigos de la Cuarta Transformación. Y no hay que olvidar, que para Schmitt a los enemigos hay que confrontarlos y buscar aniquilarlos.

Muy preocupante la intolerancia que priva en la retórica presidencial. Si no estás con el gobierno de la 4T, eres un enemigo público que debe combatirse.

En este enfoque binario de amigos y enemigos, solo hay una verdad infalible, que es la que emana del poder presidencial; no hay lugar para la crítica y el debate; no se admite los matices, ni hay posibilidades para acercar posiciones y construir acuerdos.

López Obrador, plantea regresar a México a las viejas querellas del siglo XIX; a la disputa entre liberales y conservadores. Pero este no puede ser el paradigma de nuestra convivencia social y política. Hay que tener memoria histórica y recordar que ese conflicto dividió profundamente a los mexicanos.

En el fondo, lo que revela la postura presidencial es una adversión al pluralismo. Y aquí también hay una desafortunada coincidencia con el pensamiento de Carl Schmitt, que cuestionó la democracia liberal y el parlamentarismo por su permanente búsqueda de compromisos y conciliación de intereses heterogéneos.

Desde la óptica de Schmitt, esto colocaba al estado en la incapacidad de actuar como unidad de decisión. Por eso, el jurista que legitimó la instauración del totalitarismo nazi, se opuso a la democracia liberal y al pluralismo partidista y defendió el modelo de una democracia plebiscitaria y por aclamación, que por lo visto algunos sueñan con aplicar en nuestro país.

La intolerancia presidencial está contagiando el ambiente político en México, que se ha cargado de una gran animosidad, encono y polarización. Si no se corrige el rumbo, en el 2021 enfrentaremos un proceso electoral que puede ser de pronósticos reservados, no solo por sus resultados, sino por el nivel de confrontación que puede presentarse.

Nuestro reto, es admitir que en toda democracia hay diferencias y conflictos. Pero los competidores, no deben ser vistos como enemigos a los que se debe buscar aniquilar. La democracia es por esencia pluralista y se basa en el ejercicio de la crítica, el debate público, el diálogo y la búsqueda de acuerdos entre fuerzas que son diversas, pero que pueden encontrar puntos de convergencia. El monolitismo, la voz única e irrebatible del poder, solo existe en los sistemas autoritarios o totalitarios, como el que defendió Carl Schmitt, por convicción, oportunismo o instinto de sobrevivencia.