/ viernes 21 de enero de 2022

Camino a los Oscar 2022. Coda: Señales del Corazón

El lanzamiento en 2015 de la película francesa La Familia Bélier (Eric Lartigau, 2014) fue un éxito de taquilla europeo. Al cabo de dos semanas de su estreno, había sido vista por más de siete millones de espectadores. La recaudación final, más de setenta millones de dólares, fue suficiente acicate para que estudios de cine, tanto de Francia como de Canadá y Estados Unidos decidieran coproducir su respectivo refrito ‑en inglés‑ con el actor Eugenio Derbez incluido. El resultado es Coda: Señales del Corazón (Sian Heder, Estados Unidos 2021) la cual se estrenó en el festival de cine independiente de Sundance en 2021.

Ambientada en Gloucester, un pueblo pesquero de Massachusetts, la historia se centra en una familia de pescadores (los Rossi) sordos de nacimiento. Ruby (Emilia Jones) la hija de 17 años, es la única de la familia que puede oír. Y además ama cantar. Lo mismo se echa su rolita cuando anda chambeando a bordo del barco pesquero, que cuando está en tierra firme. Así las cosas, Ruby toma la decisión de inscribirse en el coro de la escuela, donde conoce a un muchacho de quien por supuesto se enamora. Además, animada por Bernardo Villalobos, el director del coro (Eugenio Derbez), comienza a prepararse para hacer la prueba de ingreso a una escuela de música.

Es aquí donde se origina el mayor conflicto del personaje, pues Ruby tendrá que decidir entre ir a probar suerte a la escuela de música o seguir al lado de su familia como pescadora y traductora oficial del lenguaje de los sordos. Si a este conflicto añadimos el hecho (subtrama) de que tanto los Rossi, como los demás pescadores del pueblo, atraviesan por una crisis financiera, la cosa se pone entretenida. Es un acierto tanto del director como del propio guión que la carga dramática de la película no recaiga estrictamente en el personaje de Ruby, sino también en su familia, un puñado de inadaptados que parecieran haber salido de algún capítulo de los Simpson. Papá Rossi hasta sus churros de mota se fuma cuando se pone tenso. Eso sí, nomás fuma cuando ya terminó de chambear.

Para todos

Coda: Señales del Corazón es de esas películas creadas con la intención de gustarle a un público enorme. Una fórmula probada y mejorada con billete de por medio. Una cinta de corte familiar, ese tipo de cine que se podría esperar de algún estudio tipo Disney, cuyo modelo de sociedad se basa en la familia blanca, anglosajona y protestante. Mamá, papá y dos hijos. Todo políticamente correcto, todo como debe ser. Una historia aspiracional, en la que las cosas ocurren de acuerdo a las leyes del “mundo Barbie”. Un mundo donde no hay pobres, así como tampoco hay criminales ni corrupción. De pronto vemos a algún jodido, pero hasta coche tiene. Los pescadores ‑personajes centrales de la película‑ distan mucho de parecerse a los pescadores de algún pueblito costero de Michoacán o Chiapas, donde no alcanza más que para la lanchita y el anzuelo. No. Nuestra familia Rossi tiene su buen barco pesquero, con radar y computadora. Posee también una casa muy mona que parece bastante cómoda. Visto así, el drama de Ruby resulta una frivolidad, comparado con el drama de la vida real de una adolescente del tercer mundo, que tuviese que salir a buscarse la vida en el mar todos los días a bordo de la lanchita.

Y es que en Gloucester, Massachusetts se respira felicidad. Todos son guapos. Todos sueñan con ir a una universidad, aunque sea una universidad patito. El sistema les ha enseñado que su futuro como empresarios, o ya de jodida, como empleados de pedigree, depende de estudiar una carrera. Una carrera es la puerta de entrada a la abundancia. Ni por asomo se ve a algún latino, exceptuando por supuesto a nuestro Eugenio Derbez. Pero su personaje no es el del mexicano ilegal que anda chambeando en una ensambladora o de mesero, sino de un hombre culto y refinado, un maestro de música, nada menos, igual de mamoncito que los gringos con los que convive. Pero bueno, guste o no, el personaje del maestro (lugar común) siempre funciona. El cine gringo lo ha explotado hasta la saciedad.

Emociones reales y teatralidad

Derbez no es el protagonista de Coda: Señales del Corazón, pero su trabajo es impecable. Qué distinto resulta verlo de Ludovico P. Luche haciendo chistes ñoños, que verlo en un papel dramático dentro de una película de gran calado, donde ha tenido que ceñirse a un estilo actoral que exige un equilibrio entre las emociones reales y la teatralidad. Cosa que difiere en mucho del estilo de actuación acostumbrado en el cine mexicano. El cual, tratándose de películas comerciales, suele mostrar actuaciones graves y exageradas. Lo contrario ocurre en el cine independiente o de arte, donde nuestros actores, en aras de parecer profundos, contienen las emociones y matan la expresividad; hablan poco y cuando lo hacen es en voz bajita.

¿Pero qué hace que una historia como Coda: Señales del Corazón haya sido un éxito en varios países? ¿Qué hace que a la gente le guste? ¿Cuál es la fórmula? Son los personajes. Es el guión. Son las actuaciones. Es el diseño de producción. Es la fotografía. Es la música. Es el marketing… Pero finalmente es la aspiración de parecernos un poquito a lo que vemos en la pantalla, lo que nos mantiene frente a ella. La aspiración de vivir, aunque sea por un momento, en el “mundo Barbie”. Ahí donde todos podemos tener a la novia o novio que deseemos; donde la vida es justa y siempre recompensa a los buenos; ahí donde no hay extorsiones ni secuestros. Porque, ¿quién se creería ese cuento de que una familia de pescadores, podría llegar alguna vez a reunir los más de cincuenta mil dólares que se requieren para cursar tan solo un año de estudios en una universidad gringa? En fin. ¿Qué sería de los sueños guajiros si no pudieran convertirse en cine?

El lanzamiento en 2015 de la película francesa La Familia Bélier (Eric Lartigau, 2014) fue un éxito de taquilla europeo. Al cabo de dos semanas de su estreno, había sido vista por más de siete millones de espectadores. La recaudación final, más de setenta millones de dólares, fue suficiente acicate para que estudios de cine, tanto de Francia como de Canadá y Estados Unidos decidieran coproducir su respectivo refrito ‑en inglés‑ con el actor Eugenio Derbez incluido. El resultado es Coda: Señales del Corazón (Sian Heder, Estados Unidos 2021) la cual se estrenó en el festival de cine independiente de Sundance en 2021.

Ambientada en Gloucester, un pueblo pesquero de Massachusetts, la historia se centra en una familia de pescadores (los Rossi) sordos de nacimiento. Ruby (Emilia Jones) la hija de 17 años, es la única de la familia que puede oír. Y además ama cantar. Lo mismo se echa su rolita cuando anda chambeando a bordo del barco pesquero, que cuando está en tierra firme. Así las cosas, Ruby toma la decisión de inscribirse en el coro de la escuela, donde conoce a un muchacho de quien por supuesto se enamora. Además, animada por Bernardo Villalobos, el director del coro (Eugenio Derbez), comienza a prepararse para hacer la prueba de ingreso a una escuela de música.

Es aquí donde se origina el mayor conflicto del personaje, pues Ruby tendrá que decidir entre ir a probar suerte a la escuela de música o seguir al lado de su familia como pescadora y traductora oficial del lenguaje de los sordos. Si a este conflicto añadimos el hecho (subtrama) de que tanto los Rossi, como los demás pescadores del pueblo, atraviesan por una crisis financiera, la cosa se pone entretenida. Es un acierto tanto del director como del propio guión que la carga dramática de la película no recaiga estrictamente en el personaje de Ruby, sino también en su familia, un puñado de inadaptados que parecieran haber salido de algún capítulo de los Simpson. Papá Rossi hasta sus churros de mota se fuma cuando se pone tenso. Eso sí, nomás fuma cuando ya terminó de chambear.

Para todos

Coda: Señales del Corazón es de esas películas creadas con la intención de gustarle a un público enorme. Una fórmula probada y mejorada con billete de por medio. Una cinta de corte familiar, ese tipo de cine que se podría esperar de algún estudio tipo Disney, cuyo modelo de sociedad se basa en la familia blanca, anglosajona y protestante. Mamá, papá y dos hijos. Todo políticamente correcto, todo como debe ser. Una historia aspiracional, en la que las cosas ocurren de acuerdo a las leyes del “mundo Barbie”. Un mundo donde no hay pobres, así como tampoco hay criminales ni corrupción. De pronto vemos a algún jodido, pero hasta coche tiene. Los pescadores ‑personajes centrales de la película‑ distan mucho de parecerse a los pescadores de algún pueblito costero de Michoacán o Chiapas, donde no alcanza más que para la lanchita y el anzuelo. No. Nuestra familia Rossi tiene su buen barco pesquero, con radar y computadora. Posee también una casa muy mona que parece bastante cómoda. Visto así, el drama de Ruby resulta una frivolidad, comparado con el drama de la vida real de una adolescente del tercer mundo, que tuviese que salir a buscarse la vida en el mar todos los días a bordo de la lanchita.

Y es que en Gloucester, Massachusetts se respira felicidad. Todos son guapos. Todos sueñan con ir a una universidad, aunque sea una universidad patito. El sistema les ha enseñado que su futuro como empresarios, o ya de jodida, como empleados de pedigree, depende de estudiar una carrera. Una carrera es la puerta de entrada a la abundancia. Ni por asomo se ve a algún latino, exceptuando por supuesto a nuestro Eugenio Derbez. Pero su personaje no es el del mexicano ilegal que anda chambeando en una ensambladora o de mesero, sino de un hombre culto y refinado, un maestro de música, nada menos, igual de mamoncito que los gringos con los que convive. Pero bueno, guste o no, el personaje del maestro (lugar común) siempre funciona. El cine gringo lo ha explotado hasta la saciedad.

Emociones reales y teatralidad

Derbez no es el protagonista de Coda: Señales del Corazón, pero su trabajo es impecable. Qué distinto resulta verlo de Ludovico P. Luche haciendo chistes ñoños, que verlo en un papel dramático dentro de una película de gran calado, donde ha tenido que ceñirse a un estilo actoral que exige un equilibrio entre las emociones reales y la teatralidad. Cosa que difiere en mucho del estilo de actuación acostumbrado en el cine mexicano. El cual, tratándose de películas comerciales, suele mostrar actuaciones graves y exageradas. Lo contrario ocurre en el cine independiente o de arte, donde nuestros actores, en aras de parecer profundos, contienen las emociones y matan la expresividad; hablan poco y cuando lo hacen es en voz bajita.

¿Pero qué hace que una historia como Coda: Señales del Corazón haya sido un éxito en varios países? ¿Qué hace que a la gente le guste? ¿Cuál es la fórmula? Son los personajes. Es el guión. Son las actuaciones. Es el diseño de producción. Es la fotografía. Es la música. Es el marketing… Pero finalmente es la aspiración de parecernos un poquito a lo que vemos en la pantalla, lo que nos mantiene frente a ella. La aspiración de vivir, aunque sea por un momento, en el “mundo Barbie”. Ahí donde todos podemos tener a la novia o novio que deseemos; donde la vida es justa y siempre recompensa a los buenos; ahí donde no hay extorsiones ni secuestros. Porque, ¿quién se creería ese cuento de que una familia de pescadores, podría llegar alguna vez a reunir los más de cincuenta mil dólares que se requieren para cursar tan solo un año de estudios en una universidad gringa? En fin. ¿Qué sería de los sueños guajiros si no pudieran convertirse en cine?