/ viernes 14 de enero de 2022

Camino a los Oscar 2022 “Y las Nominadas son…”

Si el ómicron no acaba con la raza humana, o un cometa hace pedazos la Tierra, la 94 entrega de los Oscar se celebrará el próximo 27 de marzo. Y no es que vayamos a ver la premiación a lo mejor de la cinematografía mundial, sino simplemente a lo más destacado del cine gringo (mejor película extranjera incluida). Eso sí, gusten o no, las cintas que se perfilan como favoritas son muestra de un cine que se aferra a seguir vivo, aun en medio de una pandemia que se ve lejos de terminar

El Poder del Perro (Jane Campion, Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Reino Unido 2021)

Montana 1925. Perdido en medio de una gigantesca llanura rodeada por una cordillera de montañas colosales, se halla un rancho, una especie de caserío. Dos hermanos, George y Phil, llevan las riendas de aquel lugar. Geroge (Jesse Plemons) es apacible, moderado, digamos un hombre razonable. En cambio Phil (Benedict Cumberbatch) es un patán, un tipo recio, rústico, el arquetipo del red neck gringo que se ha curtido en las faenas del campo, montando garañones y marcando reses. La vida trascurre más o menos apacible en el ranchito, hasta que a George se le ocurre casarse en secreto con Rose (Kirsten Dunst), una viuda alcohólica y medio loca, madre de un muchacho de porte afeminado y aire taciturno llamado Peter (Kodi Smit-McPhee). Ya casados, George lleva a Rose y a Peter a vivir al rancho bajo su tutela. Ahí es donde este drama da un giro. Pues a partir de ese momento, el incorregible Phil cargará toda su furia (de “macho calado”) contra Rose y contra su hijo marica.

Una de vaqueros

Con una banda sonora impecable y una fotografía cuidada milimétricamente, siempre con la cordillera de montañas como telón de fondo de aquel llano, que de pronto pareciera un inmenso teatro, la directora va desgranando la vida cotidiana, tanto de sus personajes, como de los demonios que en ellos habitan. Personajes de pocas palabras, que no revelan con facilidad ni sus intenciones ni sus emociones. En este sentido Jane Campion apuesta por un puñado de seres huraños y recelosos (rancheros al fin), que hablan poco pero dicen mucho. Parecieran no necesitar palabras. Sus expresiones y actitudes van revelando pacientemente los instintos que los gobiernan. Si bien dichos personajes resultan atractivos al primer hervor, la directora no profundiza en ellos ni en sus circunstancias. Así como tampoco ahonda en los temas abordados por la historia. Temas como la venganza, el alcoholismo, la homosexualidad. La suya es una mirada lejana. Una mirada que apenas sugiere, sin que le importe observar más adentro. Algo que ciertamente podría decepcionar a aquellos que están dispuestos a dedicarle dos horas de su vida a este culebrón disfrazado de película de vaqueros.

Muestra de ello es la escena en la que Peter y Phil se encuentran dentro de un establo fumando del mismo cigarrillo. Está claro que existe una atracción entre ambos, pero todo se queda simplemente en eso, en el mero esbozo de dos hombres que se desean en silencio. Y hasta ahí. La directora prefiere guardarse en el clóset y dejar la conclusión de la escena a la agudeza del espectador. Cuestión de estilos. Por ahora El Poder del Perro, tras llevarse el Globo de Oro como mejor película dramática, se perfila como una de las favoritas para embolsarse varios Oscar. Habrá que ver quién se los puede arrebatar.

Rey Richard: Una Familia Ganadora (Reinaldo Marcus Green, Estados Unidos 2021)

Si hay un tipo de películas que a los gringos les quedan bien, son las películas de superación personal. O sea, aquellas historias (biopics), que a modo de libro de autoayuda del Sanborns, retratan las vidas de personas que se enfrentaron a todo tipo de adversidades y obstáculos en su camino al éxito. Bueno, el éxito visto como la obtención de fama y millones de dólares. Tal es el caso de las hermanas Venus y Serena Williams, dos de las mejores tenistas profesionales de todos los tiempos.

Rey Richard: Una Familia Ganadora no se centra exclusivamente en retratar los inicios de las hermanas Williams en el tenis, se enfoca sobre todo en Richard Williams (Will Smith), padre de ambas. Un hombre, que aunque fracasado, posee una visión clara del futuro y un plan para lograr, de acuerdo con sus muy particulares métodos, que sus hijas se conviertan en leyendas. Conflicto y suspenso. Codicia y determinación. Lagrimitas y suspiros. La cinta contiene los ingredientes para quedarse con la atención del espectador, aun del que sabe poco o nada sobre el tenis.

El problema, y suponemos que ello en parte tiene que ver con que la película haya sido un fracaso en su estreno en cines, es el excesivo protagonismo de papá Williams. Por momentos el director deja de lado a las verdaderas heroínas de la historia y se complace en contar el cuento desde el punto de vista de Richard. El resultado es un personaje que con frecuencia resulta irritante por soberbio y obstinado. Una especie de sabelotodo del que nunca se nos revela cómo fue que un hombre de color, humilde y poco educado, obtuvo un conocimiento tan amplio como para preparar a dos futuras campeonas de talla mundial. Por lo demás, el carisma y las tablas de un actor como Will Smith, sacan a flote al personaje. Si bien no lo hacen entrañable como en otras de sus películas, En Busca de la Felicidad, por ejemplo, sí lo hacen llevadero. Aunque sea un contrasentido que aquellas que deberían sobresalir por la importancia que representan para la historia, sean mera comparsa de un protagonista que pareciera metido en la trama con calzador.

Según los productores el costo de la cinta fue de 50 millones de dólares. Un presupuesto nada despreciable. Sin embargo el billete no se ve del todo. Por su manufactura, más pareciera una película de corte independiente, que una producida con el sello de la maquinaria hollywoodense. Sería aventurado esperar que Rey Richard: Una Familia Ganadora se llevara la noche de los Oscar 2022. Eso sí, el ego de Will Smith podría ser recompensado, si no con una estatuilla, al menos con la nominación a mejor actor protagónico. Ye de perdida.

Si el ómicron no acaba con la raza humana, o un cometa hace pedazos la Tierra, la 94 entrega de los Oscar se celebrará el próximo 27 de marzo. Y no es que vayamos a ver la premiación a lo mejor de la cinematografía mundial, sino simplemente a lo más destacado del cine gringo (mejor película extranjera incluida). Eso sí, gusten o no, las cintas que se perfilan como favoritas son muestra de un cine que se aferra a seguir vivo, aun en medio de una pandemia que se ve lejos de terminar

El Poder del Perro (Jane Campion, Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Reino Unido 2021)

Montana 1925. Perdido en medio de una gigantesca llanura rodeada por una cordillera de montañas colosales, se halla un rancho, una especie de caserío. Dos hermanos, George y Phil, llevan las riendas de aquel lugar. Geroge (Jesse Plemons) es apacible, moderado, digamos un hombre razonable. En cambio Phil (Benedict Cumberbatch) es un patán, un tipo recio, rústico, el arquetipo del red neck gringo que se ha curtido en las faenas del campo, montando garañones y marcando reses. La vida trascurre más o menos apacible en el ranchito, hasta que a George se le ocurre casarse en secreto con Rose (Kirsten Dunst), una viuda alcohólica y medio loca, madre de un muchacho de porte afeminado y aire taciturno llamado Peter (Kodi Smit-McPhee). Ya casados, George lleva a Rose y a Peter a vivir al rancho bajo su tutela. Ahí es donde este drama da un giro. Pues a partir de ese momento, el incorregible Phil cargará toda su furia (de “macho calado”) contra Rose y contra su hijo marica.

Una de vaqueros

Con una banda sonora impecable y una fotografía cuidada milimétricamente, siempre con la cordillera de montañas como telón de fondo de aquel llano, que de pronto pareciera un inmenso teatro, la directora va desgranando la vida cotidiana, tanto de sus personajes, como de los demonios que en ellos habitan. Personajes de pocas palabras, que no revelan con facilidad ni sus intenciones ni sus emociones. En este sentido Jane Campion apuesta por un puñado de seres huraños y recelosos (rancheros al fin), que hablan poco pero dicen mucho. Parecieran no necesitar palabras. Sus expresiones y actitudes van revelando pacientemente los instintos que los gobiernan. Si bien dichos personajes resultan atractivos al primer hervor, la directora no profundiza en ellos ni en sus circunstancias. Así como tampoco ahonda en los temas abordados por la historia. Temas como la venganza, el alcoholismo, la homosexualidad. La suya es una mirada lejana. Una mirada que apenas sugiere, sin que le importe observar más adentro. Algo que ciertamente podría decepcionar a aquellos que están dispuestos a dedicarle dos horas de su vida a este culebrón disfrazado de película de vaqueros.

Muestra de ello es la escena en la que Peter y Phil se encuentran dentro de un establo fumando del mismo cigarrillo. Está claro que existe una atracción entre ambos, pero todo se queda simplemente en eso, en el mero esbozo de dos hombres que se desean en silencio. Y hasta ahí. La directora prefiere guardarse en el clóset y dejar la conclusión de la escena a la agudeza del espectador. Cuestión de estilos. Por ahora El Poder del Perro, tras llevarse el Globo de Oro como mejor película dramática, se perfila como una de las favoritas para embolsarse varios Oscar. Habrá que ver quién se los puede arrebatar.

Rey Richard: Una Familia Ganadora (Reinaldo Marcus Green, Estados Unidos 2021)

Si hay un tipo de películas que a los gringos les quedan bien, son las películas de superación personal. O sea, aquellas historias (biopics), que a modo de libro de autoayuda del Sanborns, retratan las vidas de personas que se enfrentaron a todo tipo de adversidades y obstáculos en su camino al éxito. Bueno, el éxito visto como la obtención de fama y millones de dólares. Tal es el caso de las hermanas Venus y Serena Williams, dos de las mejores tenistas profesionales de todos los tiempos.

Rey Richard: Una Familia Ganadora no se centra exclusivamente en retratar los inicios de las hermanas Williams en el tenis, se enfoca sobre todo en Richard Williams (Will Smith), padre de ambas. Un hombre, que aunque fracasado, posee una visión clara del futuro y un plan para lograr, de acuerdo con sus muy particulares métodos, que sus hijas se conviertan en leyendas. Conflicto y suspenso. Codicia y determinación. Lagrimitas y suspiros. La cinta contiene los ingredientes para quedarse con la atención del espectador, aun del que sabe poco o nada sobre el tenis.

El problema, y suponemos que ello en parte tiene que ver con que la película haya sido un fracaso en su estreno en cines, es el excesivo protagonismo de papá Williams. Por momentos el director deja de lado a las verdaderas heroínas de la historia y se complace en contar el cuento desde el punto de vista de Richard. El resultado es un personaje que con frecuencia resulta irritante por soberbio y obstinado. Una especie de sabelotodo del que nunca se nos revela cómo fue que un hombre de color, humilde y poco educado, obtuvo un conocimiento tan amplio como para preparar a dos futuras campeonas de talla mundial. Por lo demás, el carisma y las tablas de un actor como Will Smith, sacan a flote al personaje. Si bien no lo hacen entrañable como en otras de sus películas, En Busca de la Felicidad, por ejemplo, sí lo hacen llevadero. Aunque sea un contrasentido que aquellas que deberían sobresalir por la importancia que representan para la historia, sean mera comparsa de un protagonista que pareciera metido en la trama con calzador.

Según los productores el costo de la cinta fue de 50 millones de dólares. Un presupuesto nada despreciable. Sin embargo el billete no se ve del todo. Por su manufactura, más pareciera una película de corte independiente, que una producida con el sello de la maquinaria hollywoodense. Sería aventurado esperar que Rey Richard: Una Familia Ganadora se llevara la noche de los Oscar 2022. Eso sí, el ego de Will Smith podría ser recompensado, si no con una estatuilla, al menos con la nominación a mejor actor protagónico. Ye de perdida.