/ jueves 21 de mayo de 2020

Ante la Nueva Realidad-A-Normalidad


(Para Arturo Trejo Villafuerte, por los tragos con Günter Grass y Seamus Heaney en el Jardín de las Rosas).

“Ahora, en un contexto desgarrador de muerte masiva, se nos vende con la dudosa promesa de que estas tecnologías son la única forma posible de proteger nuestras vidas contra una pandemia, las claves indispensables para mantenernos a salvo a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.” Naomi Klein.

El proceso de lo real social a la realidad virtual real está en marcha con los controles y las manipulaciones en lo corporal y en lo mental, en el capitalismo de lujo, funeral, digital y de vigilancia.

La nueva realidad-a-normalidad: inteligencia e ideología artificial y virtual-digital con el entrenamiento forzado en el confinamiento familiar, doméstico, escolar y laboral.

La nueva realidad-a-normalidad, de facto, fáctica y mediática, omniabarcante hasta donde la acción disruptiva e instructiva de la tecnología aplique para el mundo de gente conectada a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación: la virtualización, la digitalización y la manipulación.

Más que la teoría, la práctica, de la ideología común, propia y ajena en una renovada fuerza de acumulación y desposesión de la condición humana al ser humano: la desfragmentación de lo mental en lo corporal de somos nada, nadie y alguien.

La nueva realidad-a-normalidad es (medieval) por supersticiosa, fáctica irreal y mediática mental, porque la biopolítica es antiética y la ciencia amoral: la economía contra la salud, la necedad consumista por la necesidad del bien común.

La nueva realidad-a-normalidad como repartición de la pobreza y la privatización de la riqueza: en veinte años el siglo xx se cargó al siglo xxi a nuestras realizaciones y frustraciones humanas, económicas, sociales y culturales: la felicidad es una etiqueta que la publipropaganda distingue entre entes, egos, electores, productores, consumidores y bots.

Aunque parezca una exageración es una desfragmentación de la condición humana en el ser humano, no por voluntad propia, sino por imposición ajena, así como no una conspiración y sí por una manipulación digital y virtual, fáctica y mediática: la inteligencia artificial de lo mental sobre la inteligencia natural en lo corporal.

Como hemos llegado al culmen y al colmo del egoísmo y del cinismo, la insensibilidad y la a-normalidad, han hecho posible la nueva realidad-anormalidad en los pensamientos y en las palabras, en los actos y en los hechos humanos e inhumanos e infrahumanos: el deseo del bien por el placer del mal, el terror seducido por la ilusión de hacer sufrir al prójimo a través del internet y las redes sociales, la violencia y el crimen suavizados en tiempo real, el contagio y la enfermedad por la invisibilidad de las víctimas en un ardor de calenturas altas y temperaturas bajas, congelados y quemados por el touch en las pantallas.

Ante la nueva realidad de la a-normalidad, el ego global se reduce al ego nacional; por ejemplo: el alter ego del Estado-Obrador es el Ejército como lo fue de Peña Nieto-bien planchado, de Calderón-bien holgado y de Fox-bien embotado, militarizando lo real social con la fuerza de las armas, mientras que en las mañaneras por la fuerza de las palabras, siendo la nueva realidad desde el año 2000 al 2024.

Lo que se suceda ante la nueva realidad-a-normalidad, el Ejército, el Tren Maya y Dos Bocas.

Entonces, ante la nueva realidad-a-normalidad, ¿dónde está la realidad virtual real ante lo real social, si es que nada, nadie y alguien saben lo que es lo real social en una emergencia, una urgencia y una pandemia?

¿Qué hacer cuando lo de arriba se nos viene abajo -quedándonos- en medio con los empleados-desempleados que no ahorraron, tan generosos los políticos y los empresarios con la estructura ausente en lo que el narcosicariato y el coronavirus, el ejército y la guardia nacional no se subordinan y sí se coordinan a la hora de la deshora haber-a ver quiénes en el rebaño inconjunto de la inmunidad a la impunidad con la justicia social?

Ante la realidad-a-normalidad, la filosofía política de la comunicación política, todo(s) lo haremos por contagio, es la exigencia del paradigma ejemplar y del estigma sacrificial, la hondura de lo superficial hasta que rebocen las lluvias los canales de la comunicación con la fibra óptica de lo visto, no previsto, cuando la anticipación no es llegar antes, ni durante, sino, después, cuando todo(s) hayamos desaprendido que navegar no es nadar, que arar en el mar y pescar en la tierra en la nada de nadie y de alguien, teniendo que admitir como Michel Houellebecq

“Una mentira es útil cuando permite transformar la realidad, pensó; pero cuando la transformación fracasa sólo queda la mentira, la amargura y la conciencia de la mentira.”

Cuando hay demasiado ruido, de fondo, pero, ambientalmente, deforme y denso, en el país de las sombras espectrales, la vida/esta no está pensando en la vida/otra porque “Es correcto” que “Vamos bien” en lo que nada, nadie y alguien vamos a imaginarnos que la deforme-densidad ante la realidad-a-normalidad es el peso de lo que no contrapesa con el pesar y sí con ese malestar que va sacándole el aire-aliento a las cosas huecas llenas de nada, de nadie y de alguien hasta que ese algo se estremece ante el pasmo de lo intangible que toca los huesos cardios del corazón y de la memoria, para que, en la rotunda exclamación del silencio, el eco se alargue más acá y más allá en un cámara de ecos que se estrellan contra las paredes y las piedras con sus oquedades esquirlando a los cuerpos, los rostros y los voces que ante la realidad de la anormalidad ni siquiera un beso es algo tangible porque te me mueres y te me muero: crepuscularmente, grisáceo, decadente, una relación decorativa con una biblioteca de fondo dándole la espalda a la vida y mostrar, de frente, la preocupación y la ocupación de la estupidez humana porque estamos de la acción disruptiva de la tecnología a la tangible inminencia en el suave sonido del cataclismo terrenal, y como a nada, a nadie y a alguien les importa, “esencialmente”, uno puede arder en su propio fuego y en su propio cuerpo con hierbas aromáticas y leña de pino, encino y sándalo.

Queramos o no, seguimos en el deseo del bien por el placer del mal, en el asco del escupitajo, en la saliva de la soberbia y en el gargajo del odio, por siempre.


(Para Arturo Trejo Villafuerte, por los tragos con Günter Grass y Seamus Heaney en el Jardín de las Rosas).

“Ahora, en un contexto desgarrador de muerte masiva, se nos vende con la dudosa promesa de que estas tecnologías son la única forma posible de proteger nuestras vidas contra una pandemia, las claves indispensables para mantenernos a salvo a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.” Naomi Klein.

El proceso de lo real social a la realidad virtual real está en marcha con los controles y las manipulaciones en lo corporal y en lo mental, en el capitalismo de lujo, funeral, digital y de vigilancia.

La nueva realidad-a-normalidad: inteligencia e ideología artificial y virtual-digital con el entrenamiento forzado en el confinamiento familiar, doméstico, escolar y laboral.

La nueva realidad-a-normalidad, de facto, fáctica y mediática, omniabarcante hasta donde la acción disruptiva e instructiva de la tecnología aplique para el mundo de gente conectada a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación: la virtualización, la digitalización y la manipulación.

Más que la teoría, la práctica, de la ideología común, propia y ajena en una renovada fuerza de acumulación y desposesión de la condición humana al ser humano: la desfragmentación de lo mental en lo corporal de somos nada, nadie y alguien.

La nueva realidad-a-normalidad es (medieval) por supersticiosa, fáctica irreal y mediática mental, porque la biopolítica es antiética y la ciencia amoral: la economía contra la salud, la necedad consumista por la necesidad del bien común.

La nueva realidad-a-normalidad como repartición de la pobreza y la privatización de la riqueza: en veinte años el siglo xx se cargó al siglo xxi a nuestras realizaciones y frustraciones humanas, económicas, sociales y culturales: la felicidad es una etiqueta que la publipropaganda distingue entre entes, egos, electores, productores, consumidores y bots.

Aunque parezca una exageración es una desfragmentación de la condición humana en el ser humano, no por voluntad propia, sino por imposición ajena, así como no una conspiración y sí por una manipulación digital y virtual, fáctica y mediática: la inteligencia artificial de lo mental sobre la inteligencia natural en lo corporal.

Como hemos llegado al culmen y al colmo del egoísmo y del cinismo, la insensibilidad y la a-normalidad, han hecho posible la nueva realidad-anormalidad en los pensamientos y en las palabras, en los actos y en los hechos humanos e inhumanos e infrahumanos: el deseo del bien por el placer del mal, el terror seducido por la ilusión de hacer sufrir al prójimo a través del internet y las redes sociales, la violencia y el crimen suavizados en tiempo real, el contagio y la enfermedad por la invisibilidad de las víctimas en un ardor de calenturas altas y temperaturas bajas, congelados y quemados por el touch en las pantallas.

Ante la nueva realidad de la a-normalidad, el ego global se reduce al ego nacional; por ejemplo: el alter ego del Estado-Obrador es el Ejército como lo fue de Peña Nieto-bien planchado, de Calderón-bien holgado y de Fox-bien embotado, militarizando lo real social con la fuerza de las armas, mientras que en las mañaneras por la fuerza de las palabras, siendo la nueva realidad desde el año 2000 al 2024.

Lo que se suceda ante la nueva realidad-a-normalidad, el Ejército, el Tren Maya y Dos Bocas.

Entonces, ante la nueva realidad-a-normalidad, ¿dónde está la realidad virtual real ante lo real social, si es que nada, nadie y alguien saben lo que es lo real social en una emergencia, una urgencia y una pandemia?

¿Qué hacer cuando lo de arriba se nos viene abajo -quedándonos- en medio con los empleados-desempleados que no ahorraron, tan generosos los políticos y los empresarios con la estructura ausente en lo que el narcosicariato y el coronavirus, el ejército y la guardia nacional no se subordinan y sí se coordinan a la hora de la deshora haber-a ver quiénes en el rebaño inconjunto de la inmunidad a la impunidad con la justicia social?

Ante la realidad-a-normalidad, la filosofía política de la comunicación política, todo(s) lo haremos por contagio, es la exigencia del paradigma ejemplar y del estigma sacrificial, la hondura de lo superficial hasta que rebocen las lluvias los canales de la comunicación con la fibra óptica de lo visto, no previsto, cuando la anticipación no es llegar antes, ni durante, sino, después, cuando todo(s) hayamos desaprendido que navegar no es nadar, que arar en el mar y pescar en la tierra en la nada de nadie y de alguien, teniendo que admitir como Michel Houellebecq

“Una mentira es útil cuando permite transformar la realidad, pensó; pero cuando la transformación fracasa sólo queda la mentira, la amargura y la conciencia de la mentira.”

Cuando hay demasiado ruido, de fondo, pero, ambientalmente, deforme y denso, en el país de las sombras espectrales, la vida/esta no está pensando en la vida/otra porque “Es correcto” que “Vamos bien” en lo que nada, nadie y alguien vamos a imaginarnos que la deforme-densidad ante la realidad-a-normalidad es el peso de lo que no contrapesa con el pesar y sí con ese malestar que va sacándole el aire-aliento a las cosas huecas llenas de nada, de nadie y de alguien hasta que ese algo se estremece ante el pasmo de lo intangible que toca los huesos cardios del corazón y de la memoria, para que, en la rotunda exclamación del silencio, el eco se alargue más acá y más allá en un cámara de ecos que se estrellan contra las paredes y las piedras con sus oquedades esquirlando a los cuerpos, los rostros y los voces que ante la realidad de la anormalidad ni siquiera un beso es algo tangible porque te me mueres y te me muero: crepuscularmente, grisáceo, decadente, una relación decorativa con una biblioteca de fondo dándole la espalda a la vida y mostrar, de frente, la preocupación y la ocupación de la estupidez humana porque estamos de la acción disruptiva de la tecnología a la tangible inminencia en el suave sonido del cataclismo terrenal, y como a nada, a nadie y a alguien les importa, “esencialmente”, uno puede arder en su propio fuego y en su propio cuerpo con hierbas aromáticas y leña de pino, encino y sándalo.

Queramos o no, seguimos en el deseo del bien por el placer del mal, en el asco del escupitajo, en la saliva de la soberbia y en el gargajo del odio, por siempre.

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