/ martes 28 de septiembre de 2021

Andamos en nuestros días

Sé que la frase que titula este artículo no es tan afortunada cuando se refiere a los días del periodo menstrual que tenemos las mujeres cada 28 días. Sin embargo, vale la pena reflexionarla en positivo, ya que sin duda, en estos días se están dando pasos fundamentales hacia la igualdad entre mujeres y hombres.

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador atiende el reclamo de cientos de miles de mujeres en favor de una “menstruación digna” y propone unirnos a los países, estados y ciudades que eliminan los impuestos para los productos de higiene menstrual. Más de una década de luchas por reducir las brechas de pobreza a través del acceso a productos menstruales y reconocimiento de derechos de salud reproductiva, cultural y educativa de las mujeres menstruantes.

Países como Kenia en 2011, Canadá en 2015 y Colombia en 2018, eliminaron los impuestos a estos productos. Francia y Reino Unido los redujeron al 5%. Escocia y Nueva Zelanda, tienen garantizado el acceso gratuito universal; asimismo Chile y Argentina ya con iniciativas para lograrlo muy pronto. Hoy México lo hace eliminando totalmente el impuesto, según la propuesta que está en las cámaras legislativas en materia de miscelánea fiscal y que habremos de discutir y aprobar el próximo mes de octubre.

Este acto significa ponerse del lado de más de un tercio de la población mexicana que experimentan la menstruación, un proceso biológico involuntario, y que las hace caer en un impuesto exclusivo para mujeres y personas menstruantes. Es reconocer que tener acceso a los productos de higiene menstrual es un derecho y no un lujo.

Con esta propuesta, se eliminará una carga tributaria que profundiza la desigualdad entre mujeres y hombres pues va dirigida a productos que solo ellas utilizan por cuestiones biológicas y que lastima principalmente los hogares más pobres del país.

Al facilitar el acceso a toallas sanitarias, pantiprotectores, tampones y copas menstruales se busca que mujeres, niñas y personas menstruantes, puedan participar con plena libertad en todo tipo de actividades escolares, atléticas o sociales y, sobre todo, accedan al ejercicio de todos sus derechos como el trabajo, la educación, la salud y el esparcimiento, en igualdad de oportunidades. También que se mejore la higiene menstrual y reproductiva de las mujeres, niñas y personas menstruantes y con ello se reduzca el número de infecciones urogenitales, además de mejorar la salud mental y reducir los embarazos no deseados.

Desde el Senado de la República habremos de asumir también este compromiso. Así, con responsabilidad, nuestro país apoyará a mujeres y niñas para reducir los costos que implica menstruar. Asimismo, seguiremos el trabajo para erradicar la misoginia y que la menstruación no sea objeto de burlas, tabúes y estereotipos.

Porque, como ya se dijo, menstruar es un proceso biológico y por ningún motivo es un lujo, la tasa cero de IVA a productos de “higiene menstrual” es un cambio trascendental que habremos de aprobar, es una demanda justa, con una perspectiva feminista que impulsará que estos productos reciban el mismo trato que cualquier otro de necesidad para la salud y la higiene. De esta forma avanzamos hacia una igualdad efectiva entre mujeres y hombres.

La tarea cultural que tenemos enfrente es que cada día debemos hablar más de menstruación: normalicemos hablar de menstruación para que sea algo conocido en la sociedad y se garanticen mecanismos para la higiene derivado de ella. Esto representa un paso más en la perspectiva de género en la vida social, ya que hasta hace unos años era incomprensible que las diferencias biológicas entre mujeres y hombres tuvieran efectos más hondos en la economía, el acceso al desarrollo y a muchos otros derechos más. Para la Unicef, la salud e higiene menstrual abarca “aspectos de manejo de la higiene y otros factores como la salud, el bienestar, la igualdad de género, la educación, el empoderamiento de niñas y mujeres adolescentes y sus derechos”.

En los últimos años se ha acuñado el concepto de “pobreza del periodo” o “pobreza menstrual” para referirse a la situación desfavorable que enfrentan las mujeres y las niñas de bajos ingresos para adquirir productos menstruales, pero no se limita a esto, sino también implica el impacto que tiene en la situación de vulnerabilidad económica en que se encuentran debido a la carga financiera planteada por los suministros para la menstruación; el problema no se limita a países pobres solamente, sino a los mismos desarrollados. Lo anterior debido a que es un fenómeno de invisibilidad por los hombres al verlo como algo normal y que compete al fuero interno de las personas negando incluso su impacto económico. Vivir en situación de pobreza hace más complicado el acceso a productos para la salud menstrual, culturalmente apropiados e instalaciones privadas de lavado seguras.

Es por ello que la menstruación implica una atención multidimensional de diversos actores para garantizar el bienestar de mujeres y niñas. Entre las acciones que se requieren está brindar información científica, adecuada y suficiente respecto a la menstruación, que ataque directamente los prejuicios existentes.

Avancemos en la tasa cero a productos menstruales; buen paso, pero sigamos legislando y construyendo las políticas públicas integrales que obliguen a las autoridades federales y locales a distribuir, gratuitamente, productos menstruales a mujeres y niñas en situación de vulnerabilidad. Reforcemos la educación en la materia y veamos la atención de la higiene menstrual como un tema esencial para la consolidación de la igualdad de género. Es la ruta de la construcción del estado de bienestar social; no paremos. Andamos en nuestros días.

Sé que la frase que titula este artículo no es tan afortunada cuando se refiere a los días del periodo menstrual que tenemos las mujeres cada 28 días. Sin embargo, vale la pena reflexionarla en positivo, ya que sin duda, en estos días se están dando pasos fundamentales hacia la igualdad entre mujeres y hombres.

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador atiende el reclamo de cientos de miles de mujeres en favor de una “menstruación digna” y propone unirnos a los países, estados y ciudades que eliminan los impuestos para los productos de higiene menstrual. Más de una década de luchas por reducir las brechas de pobreza a través del acceso a productos menstruales y reconocimiento de derechos de salud reproductiva, cultural y educativa de las mujeres menstruantes.

Países como Kenia en 2011, Canadá en 2015 y Colombia en 2018, eliminaron los impuestos a estos productos. Francia y Reino Unido los redujeron al 5%. Escocia y Nueva Zelanda, tienen garantizado el acceso gratuito universal; asimismo Chile y Argentina ya con iniciativas para lograrlo muy pronto. Hoy México lo hace eliminando totalmente el impuesto, según la propuesta que está en las cámaras legislativas en materia de miscelánea fiscal y que habremos de discutir y aprobar el próximo mes de octubre.

Este acto significa ponerse del lado de más de un tercio de la población mexicana que experimentan la menstruación, un proceso biológico involuntario, y que las hace caer en un impuesto exclusivo para mujeres y personas menstruantes. Es reconocer que tener acceso a los productos de higiene menstrual es un derecho y no un lujo.

Con esta propuesta, se eliminará una carga tributaria que profundiza la desigualdad entre mujeres y hombres pues va dirigida a productos que solo ellas utilizan por cuestiones biológicas y que lastima principalmente los hogares más pobres del país.

Al facilitar el acceso a toallas sanitarias, pantiprotectores, tampones y copas menstruales se busca que mujeres, niñas y personas menstruantes, puedan participar con plena libertad en todo tipo de actividades escolares, atléticas o sociales y, sobre todo, accedan al ejercicio de todos sus derechos como el trabajo, la educación, la salud y el esparcimiento, en igualdad de oportunidades. También que se mejore la higiene menstrual y reproductiva de las mujeres, niñas y personas menstruantes y con ello se reduzca el número de infecciones urogenitales, además de mejorar la salud mental y reducir los embarazos no deseados.

Desde el Senado de la República habremos de asumir también este compromiso. Así, con responsabilidad, nuestro país apoyará a mujeres y niñas para reducir los costos que implica menstruar. Asimismo, seguiremos el trabajo para erradicar la misoginia y que la menstruación no sea objeto de burlas, tabúes y estereotipos.

Porque, como ya se dijo, menstruar es un proceso biológico y por ningún motivo es un lujo, la tasa cero de IVA a productos de “higiene menstrual” es un cambio trascendental que habremos de aprobar, es una demanda justa, con una perspectiva feminista que impulsará que estos productos reciban el mismo trato que cualquier otro de necesidad para la salud y la higiene. De esta forma avanzamos hacia una igualdad efectiva entre mujeres y hombres.

La tarea cultural que tenemos enfrente es que cada día debemos hablar más de menstruación: normalicemos hablar de menstruación para que sea algo conocido en la sociedad y se garanticen mecanismos para la higiene derivado de ella. Esto representa un paso más en la perspectiva de género en la vida social, ya que hasta hace unos años era incomprensible que las diferencias biológicas entre mujeres y hombres tuvieran efectos más hondos en la economía, el acceso al desarrollo y a muchos otros derechos más. Para la Unicef, la salud e higiene menstrual abarca “aspectos de manejo de la higiene y otros factores como la salud, el bienestar, la igualdad de género, la educación, el empoderamiento de niñas y mujeres adolescentes y sus derechos”.

En los últimos años se ha acuñado el concepto de “pobreza del periodo” o “pobreza menstrual” para referirse a la situación desfavorable que enfrentan las mujeres y las niñas de bajos ingresos para adquirir productos menstruales, pero no se limita a esto, sino también implica el impacto que tiene en la situación de vulnerabilidad económica en que se encuentran debido a la carga financiera planteada por los suministros para la menstruación; el problema no se limita a países pobres solamente, sino a los mismos desarrollados. Lo anterior debido a que es un fenómeno de invisibilidad por los hombres al verlo como algo normal y que compete al fuero interno de las personas negando incluso su impacto económico. Vivir en situación de pobreza hace más complicado el acceso a productos para la salud menstrual, culturalmente apropiados e instalaciones privadas de lavado seguras.

Es por ello que la menstruación implica una atención multidimensional de diversos actores para garantizar el bienestar de mujeres y niñas. Entre las acciones que se requieren está brindar información científica, adecuada y suficiente respecto a la menstruación, que ataque directamente los prejuicios existentes.

Avancemos en la tasa cero a productos menstruales; buen paso, pero sigamos legislando y construyendo las políticas públicas integrales que obliguen a las autoridades federales y locales a distribuir, gratuitamente, productos menstruales a mujeres y niñas en situación de vulnerabilidad. Reforcemos la educación en la materia y veamos la atención de la higiene menstrual como un tema esencial para la consolidación de la igualdad de género. Es la ruta de la construcción del estado de bienestar social; no paremos. Andamos en nuestros días.